14 junio, 2014

Carta a tu recuerdo

Te presentas ante mi y sonríes, y al instante me llenas de vida. Y no es poca cosa, porque si tan sólo con esa mueca de tus labios, puedes hacerme sentir y emocionarme, no puedo imaginarme que será el tener tu cuerpo a mi lado.
Podría hablar de tu delicado cuello, tan frágil entre mis manos, pero con la fuerza suficiente para soportar mis caricias y que allí mueran todos mis besos.
O podría dedicarme a alabar tu cintura. Esa escultura a la que mis manos se amoldan de manera perfecta, sin que nos sobre o falte piel.
Si quieres te hablo de esas, tus piernas, las cuales no me canso de recorrer con mis torpes dedos y en las cuales, descubro todos los rincones de este mundo, por los cuales has dejado marcados tus pasos.
Pero para mi, son más importantes tus manos. Las cuales sostienen mis lágrimas e impulsan mis alegrías, esas pequeñas que, sin tocar un sólo centímetro de mi cuerpo, hacen que este pobre diablo, vuele.

26 febrero, 2014

Las tardes de lluvia siempre me duelen

Entre a la casa y lo primero que vi, fue ese sillón negro, viejo. Sigue estando donde mismo, donde siempre. Corrí un poco la cortina, no se por qué ya que está lloviendo a cántaros y eso me irrita. Pero hoy, entre el caos en el que se ha convertido mi vida, ver la lluvia no resulta tan malo.
Me derrumbo en el sillón raído, y recuerdo aquella vez en que nos conocimos. Caminaba presuroso al bar, ese lugar un tanto mezquino, un tanto glorioso, del que todo el mundo habla en nuestra ciudad; recuerdo que tocaría esa noche por primera vez. Cuando estaba a solo unas cuadras de dicho lugar, la lluvia se hizo presente. Parecía que el mundo iba a terminar y que moriríamos bajo un mar de gotas, que se esparcía por calles y aceras. Corrí por una calle, hasta llegar a aquél pequeño café situado en la esquina, con sus paredes rojas que escurrían lluvia, cual lágrimas en un rostro. Era el único lugar que me podía dar refugio, y en el que podría beber algo caliente que apaciguara el frío, causado por mi ropa húmeda.
Y de pronto, el frío, el café y la lluvia desaparecieron del universo, pues entraste tú al local. Maldecías por debajo, para que nadie te escuchara, casi entre dientes. Cerraste un pequeño paraguas y desabotonaste cada uno de los botones de tu chaqueta guinda. Guardaste una pequeña libreta dentro de tu bolso, y pediste un café.
- Vaya, qué bello día para pasear por la ciudad, ¿no lo cree? - Dije sin pensarlo dos veces.
- Si, definitivamente no pudimos elegir un día más perfecto. - Y esbozaste una sonrisa, tan ligera, tan sensual, tan hermosa.
Platicamos largo rato, tazas de café iban y venían y, ya que las inclemencias climatológicas arruinaron tu entrevista de trabajo, decidiste acompañarme al bar donde tocaría. Me preparé como siempre lo hago, un poco más tal vez por tu presencia. Me preguntaron tu nombre, solo supe decir que te llamabas Laura. Desde el escenario te veía, sentada en ese banco, con el bolso, chaqueta y paraguas en mano, meciendo tu cabeza y tu larga y negra cabellera, al compás de cada acorde.
Dos horas después, salimos de aquél lugar. Era la primera ocasión en que no sabía que decir al momento de despedirnos.
- ¿Te veo luego? ¿Me darías tu número? ¿Volveré a verte otra vez? - Nada, ninguna pregunta, ningún comentario o frase, solo un simple adiós y un abrazo.
Varios días, camino al trabajo y al bar, me detuve en la cafetería, buscando tu oscura melena entre las personas que degustaban un café por las tardes. Me hice adicto al café, no por su sabor, ni su aroma. Me hice adicto por la esperanza de que, al tomarlo diariamente, coincidiríamos de nuevo en alguna ocasión. Te escribí una canción, creyendo firmemente muy dentro de mi ser que tal vez, las notas creadas por tu silueta te atraerían, de forma magnética, a mi casa. Pero nada, aún no te encuentro.
Hoy se cumplen dos meses, desde el día que nos conocimos. Dos meses es tiempo suficiente para cortejar a alguien, para invitarle a salir, a bailar, tal vez al cine o a tomar un café. Dos meses es sensato, para decirle cuanto te gusta, como te encanta ver su cabello flotar por los aires, como disfrutas de ver su figura por la avenida, a la hora de marcharse y como revives cada día, cuando ella se acerca de nuevo a tu vida.
Dos meses definitivamente no me han sido suficientes para olvidarte, y aunque no te conozco y parezca ilógico, te amo. Bueno, no se si te amo a ti, o a tu dulce recuerdo de aquella tarde de lluvia.

24 febrero, 2014

Acordes y alcohol, soledad y tu despedida

Hace apenas un día te fuiste, y ya te extraño.
Solo Dios sabe lo mucho que te extraño, ese Dios en el que tú no crees, pero que sirve como referencia para darte a entender, la gran falta que me haces.
Debo ser la persona más maldita de este mundo. Compito también en la más estúpida.
Cuando te conocí, amé el que te presentaras ante mí como una mujer libre, soberana de sus emociones, de sus intenciones y de sus deseos. Que iluso. Hoy esa libertad es la que nos tiene aquí, tú, feliz como nunca. Yo, jodido como siempre.
No, no pienses mal. No tengo nada que reprocharte, al contrario. Vengo hasta aquí, a presentar y ofrecer mi más sincera disculpa.
Perdón por intentar morder el cielo, cuando aún ni siquiera he dejado de arrastrarme por el fango. Perdón por Italia, por las Islas Galápagos, todos esos lugares que nacieron de un sueño, y al final, allí mismo perecieron.
Perdón por esa serenata que nunca llegó. Por esa presencia que, rápidamente se convirtió en ausencia. Perdón porque ese soy yo. El caos, la distancia. La sombra que te acompaña cada día y que, sin embargo, no puedes palpar ni sentirla cerca.
Tal vez debí decirte todo esto antes. No, no fue por falta de sinceridad. Fue por miedo. A perderte, a saberme sin ti. A empezar de nuevo, reacomodar cada pieza de esta caótica existencia, sin tu silueta. Qué ironía.
Vete. Se feliz, como ayer, como hoy, como el lunes. ¿Yo? No te preocupes. Al final, así debe ser. En mí, seguirán los acordes incompletos, las hojas con escritos, líneas y rayas sin sentido, la guitarra vieja al lado de la cama. Las noches de insomnio.
No, no voy a llorarte. ¿Es que acaso has muerto? ¿Por qué llorar por alguien que sonríe? Voy a cantarte, porque esa es la única forma en la que puedo honrarte. No te extrañe que, aún después de que te hayas ido, sigas presente aquí, plasmada en un aburrido pentagrama negruzco, tan viejo, tan gris, tan yo.
Cuídate mucho. Aquí ya no queda nada para ti. Aquí ya hace frío. Sí, es perfecto para tomar café, pero cala hasta los huesos cuando llega la soledad.
Corre, te espera el mundo. Te espera la vida.
Sabes, ahora que lo pienso, el problema realmente no es que te hayas ido. El problema es ¿qué demonios hago con todo lo que en mi dejaste? Lo más sencillo sería darte todo de vuelta. Y puedo hacerlo. Puedo pagarte cada una de tus caricias o regresarte cada una de tus miradas. Enviar todas tus palabras de regreso y llevar hasta tu ventana cada noche que pasé en vela, soñando despierto, contigo. Lo que no puedo hacer, es devolverte tus besos. Esos se quedan aquí, conmigo. Rozando mis labios, entre el recuerdo y el olvido; entre tu perfume, el diablo y un acorde frío...

06 enero, 2014

Alteraciones

Se me acabaron las ideas. Tú y tu necedad han drenado día a día mi mente y toda imaginación contenida en ella. Ya no puedo vivir así, si es que ha esto se le puede llamar vivir. Varias noches por mi pensamiento ha rondado la idea de que desde el día que te conocí, la muerte me ha alcanzado.
Tal vez el culpable he sido yo. Tal vez mi silencio sigue siendo más fuerte que mi amor. Tal vez aún no has captado mis latidos, al estar cerca de ti. Si la culpa es mía, o recae en tus hombros, eso ya no me interesa.
Hoy, he venido dispuesto y tengo una propuesta que hacerte. Hoy, te ofrezco ser lo que tu quieras.
Si quieres llorar, sin que nadie te escuche. Si quieres desahogarte y que nadie se entere, seré tu noche. Tan serena y tranquila, que guardaré en mi pecho tus palabras y sollozos, y me limitaré a iluminar tu rostro con la luz de mis estrellas.
Si quieres olvidarte de todo, dejar atrás el pasado. Lavar tus culpas y sentirte renovada, seré tu lluvia. Caeré por tu ventana para que me veas diluyéndome junto al cristal. Caeré sobre ti cuando camines por la calle, y de manera delicada recorreré tu piel para hacerte sentir libre de todos tus errores y agonías.
Si quieres seguir adelante, sin mirar atrás. Si quieres conocer nuevos horizontes y vivir nuevas experiencias, seré tu camino. Siempre estaré ahí para ti, de manera fuerte y segura, esperando que me recorras y que, al finalizar ese recorrido, al lugar al que llegues sea mejor que donde estás. Si no es así, te acompañaré en silencio, siempre, hasta que encuentres un lugar donde puedas ser feliz.
Si no quieres nada, ni a nadie cerca. Si quieres simplemente cerrar tu mente y descansar, seré tu soledad. No diré nada, no haré nada, pero estaré junto a ti, para abrazarte en medio de la oscuridad cuando tu lo creas necesario.
Pero por favor, desde el fondo de mi alma te lo pido. No me obligues a ser tu olvido. No me pidas amor, ser algo imposible.