17 septiembre, 2013

Sin destino

Una vez más, la vida me da la oportunidad de renovarme en todos los aspectos. Esto ya me lo sé. Esto ya lo viví. De nueva cuenta, el destino me vuelve a dejar las manos vacías para que juegue con ellas, que invente y que amé con ellas.
Esta parte de mi vida parece una rutina constante, las cajas llenas de libros y de revistas, de algunos recuerdos de esos lugares mágicos que mis pies han recorrido en los últimos años; una mochila con las cartas de amor que no han sido enviadas, los recuerdos de amantes que se han perdido en el transcurso de la vida, mi computadora y una libreta que es mi compañera desde hace varios años, y que, como fiel amiga, recibe mis lágrimas, mis sonrisas, mis abrazos y hasta mis enojos, al escribir en ella.
Dos maletas con algunas prendas de vestir, esa gabardina ceremonial de tono oscuro que me acompaña siempre en las noches de frío y desvelo, va colgada de mi brazo.
Por último, mi guitarra, esa compañera de anécdotas incontables, que ha enamorado a más de una mujer con sus acordes, y que ha hecho enojar a otro tanto más, cuando son víctimas de una canción de desamor por las noches; ella, ella va en un lugar muy especial, junto a mi en todo el viaje, cual si fuera acompañándome, observando por la ventana los viejos paisajes que he recorrido una y otra vez.
No, no estoy listo para marcharme, pero así es mi vida de caótica, así es mi estadía, efímera y volátil, así soy yo, un vagabundo de la vida, sin rumbo y sin sentido...

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